viernes, 3 de diciembre de 2010

Limpio

por: Cdte. José Cupil Arias.

     Había una vez, en un reino muy lejano, una hermosa princesa a la cual le encantaba pasear por el campo; un día, en medio de sus habituales caminatas, vio tirado en medio del camino, un pequeño cerdito, herido de sus patitas, dejado solo a su triste suerte; al ver este cuadro, la princesa se compadeció del pobre animalito y ordenó a uno de sus pajes, que recogiera al cerdito, lo llevara al castillo y lo pusiera bajo los cuidados del mejor veterinario del reino; semanas despues de este incidente, la princesa ordenó que le trajeran al cerdito, que para estas alturas ya se había recuperado completamente.

     El cerdito se sintio muy contento que lo llevaran ante la princesa que habia salvado su vida, pero para poder estar ante ella, al cerdito lo bañaron, lo perfumaron y por último le pusieron un hermoso lazo rojo, del cual colgaba un cascabel dorado que repicaba felizmente con cada paso que él daba. Al verlo la princesa, quedó encantada del cerdito y decidió hacerlo su mascota real.

     Con el paso de los días el cerdito se fue acostumbrando a la vida en el palacio, a su ducha matinal, a estar siempre perfumado, a comer los más deliciosos manjares, en fin, a vivir como un principe, hasta que un día la princesa decidió dar otro paseo por el campo, y ¡que mejor pareja para compartir este paseo que su amado cerdito!; a medida que paseaban por las praderas del reino, el cerdito saltaba y hacia resonar su cascabel con alegría, hasta que de pronto, pasaron cerca de un charco de lodo sucio, donde las moscas y otros insectos rastreros pululaban; al ver esto, el cerdito sin pensarlo dos veces corrió hacia el charco, revolcándoce y hurgando en el lodo hasta ensuciandose por completo, cuando por fin reaccionó y miró a la princesa, se quedó pasmado encontrar una expresión de asco en el rostro que cada día lo miraba con ternura, el cerdito trató de acercarce y acariciar con su pequeño hocico a la princesa, pero esta, se dió la vuelta y lo dejó abandonado en medio del charco.


     Los pajes reales tomaron al cerdito y lo llevaron de vuelta al castillo, donde fué nuevamente bañado y perfumado, pero al día siguiente, la princesa no vino a ver al cerdito, tampoco al que le siguió, y así pasaron varios días y el cerdito lloraba por las noches al no poder ver a la princesa que tanto quería. Una noche un hada visitó al cerdito y le preguntó: "¿por qué lloras?", a lo que el cerdito contestó: "porque no he podido ver a la princesa en muchos días, mucho menos he podido salir a jugar con ella, todos los días me los paso encerrado aquí, entre estas cuatro paredes", el hada, que era muy sabia le preguntó: "y ¿sabes a que se debe todo esto que te está pasando?"; "pues creo que se debe a que en días pasados, mientras caminaba junto a la princesa, encontramos un charco de lodo donde me revolqué y ensucié a más no poder" contestó el cerdito.
 

El hada le dijo al cerdito: "entonces ¿reconoces que es tu culpa que la princesa no te quiera ver?, sabes que a la realeza no le gusta estar donde hay suciedad y pestilencia"; "lo sé", contestó el cerdito, "pero no puedo evitarlo, el revolcarme en el lodo es parte de mi naturaleza, tendría que dejar de ser un cerdito para poder dejar de desear el estar en la suciedad, pero tristemente, solo no puedo dejar de serlo". El hada al ver la sinceridad en el dolor del cerdito se apiadó del él y le dijo:" y ¿que dirías si te digo que hay una forma de dejar atrás tu sucia naturaleza?, que existe la forma en que puedes dejar de anhelar el estar en medio del lodo pestilente"; el cerdito iluionado por la propuesta le contestó al hada: "y ¿como puede ser esto posible, que puedo hacer para dejar atras todos mis malos habitos?"; el Hada con una dulce sonriza en su rostro le contestó"lo único que necesitas es cambiar tu corazón y así todos tus problemas se solucionaran y nunca más volveras a separarte de la princesa"; el cerdito sin pensarlo dos veces aceptó la propuesta y así esa noche, mientras dormía, el Hada visitó nuevamente al cerdito, cambiando su pequeño corazón de cerdo por el de un corderito, a la mañana siguiente, cuando el cerdito se levantó, se encontró con que la princesa nuevamente quería salir a pasear con él; así que como era habitual, lo bañaron, lo perfumaron y le pusieron un nuevo lazo rojo con un cascabel más hermoso que el que habia tenido anteriormente, cuando lo llevaron delante la princesa, el cerdito gruñó alegremente y saltó al rededor de la princesa quien lo acarció y lo llevó de paseo.

     Despues de terminar el paseo, mientras regresaban caminando al castillo, pasaron cerca de un gran charco de lodo; la princesa se preocupó muchísimo, pues pensó que su cerdito nuevamente correría como loco a revolcarse entre el lodo, pero cual fue su sorpresa al darce cuenta que el cerdito al ver el charco, voleó su cabeza en señal de repugnacia por la posa de lodo inmunda.

     A partir de ese día, el cerdito siempre acompañó a la princesa donde quiera que iba y no hubo día de su vida, en el cual no jugara felizmente con ella, todo gracias a su nuevo corazón... y colorín colorado, este cuento se ha acabado. FIN



Este cuento de hadas (perdón porque es algo extenso, pero traté de resumirlo lo mejor posible) nos regala una hermosa moraleja, por más que intentemos, no podemos cambiar por nuestros propios medios; por lógica, no tenemos un hada mágicamente cambie nuestro corazón, pero si tenemos algo infinitamente mejor, la promesa que si nos hacercamos sinceramente a los pies de nuestro Señor Jesucristo, Él nos cambiará, que cambiará nuestro corazón arruinado por la suciedad del pecado y la maldad, y pondrá en su lugar un nuevo corazón, limpio y puro, que le agrade. Por último recuerden que como Exploradores del Rey, nuestro código dice a la letra: "Un Explorador es limpio de cuerpo, de mente y de palabra", y si deseas ser completamente limpio, necesitas un verdadero y transformador cambio, así ya sabes que es lo que debes hacer.
           Bendiciones. . .
 

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